Paz es tranquilidad, respeto y convivencia entre las personas. Es el disfrute de un ambiente de amistad y armonía. Es estar bien con uno mismo, con el prójimo y con Dios, y si agradamos a Dio nada puede turbarnos el corazón (Juan 14:1).
Jesucristo nos ofrece la paz que nadie puede quitar.
El día de la muerte de Jesús fue terrible para sus discípulos, familiares y amigos. No solo por verlo morir, sino por la crueldad con que le arrebataron la vida. Los discípulos se llenaron de miedo, pensaban que ellos podrían correr la misma suerte.
Tres días después el miedo y la tristeza se cambiarían en gozo. En la noche de la resurrección, estando los discípulos encerrados por temor recibieron la visita de Jesús resucitado, quien atravesó las paredes de la habitación donde estaban y sorpresivamente apareció en medio de ellos y les dijo” “¡Paz a vosotros!” Jesús les mostró las heridas de los pies y las manos, y la del costado. Luego les encarga que así como El había sido enviado por su Padre, les enviaba, dándoles el Espíritu Santo. La visita de Jesús despejó temores, trayéndoles la Paz y el deseo de llevar su palabra por todo el mundo.
Antes, en una de sus prédicas, el Maestro había dicho a sus discípulos: “la paz os dejo; mi paz os doy, yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tengan miedo” (Juan 14:27). San Pablo la definió como “la paz que sobrepasa todo entendimiento” (Efesios 4:7). Solo Cristo es la paz.