Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:1-2
Por momentos se percibe que el mundo, corre y corre. Las personas intensifican aquellas acciones que le ayudaran a conseguir el éxito, la fama, el dinero y la posición social. Es tan notorio este esquema, que aun los niños y niñas, corren la misma suerte adulta: la agenda del día, tiene más de una tarea. La rapidez es la manera para agotar todos esos compromisos. Apenas les queda tiempo para el juego, algo vital en los procesos del crecimiento. Así va la vida, con una rapidez que nos sobrecoge.
Además de estos afanes, existe un objetivo que le atañe al ser humano. En algún momento de la vida, habrá que dar lugar a un encuentro cara a cara con el hacedor de la vida. Hacia El se ha de correr, y será una carrera sin ansiedad, agitación y sobregiro. Será una carrera segura, donde todas las personas tendrán la oportunidad de llegar y lograr la meta.
Existe una singularidad en esa carrera, y es que las personas tendrán que dejar atrás cualquier carga, que les impida correr y avanzar, tendrán que dejar atrás, practicas conductuales dañinas, no compatibles con el Dios creador. Algo para aprender, es que las personas que inicien esta carrera la realizaran con paciencia y mirando a Jesús.
¿Por qué con paciencia? Porque el recorrido es la vida misma, y la vida es compleja, demanda asumir compromisos y acciones que tienen que ser aprendidas. ¿Por qué mirar a Jesús? Porque es el modelo a seguir, porque El, dará la ayuda suficiente para correr con paciencia. Porque El nutre con su amor, y más aun, conoce y entiende a cada quien.
Escrito por Bienvenida González.