Y pensando él en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Mateo 1:20
Perder la esperanza, es cuesta arriba. Embarazos de adolescentes, enfermedades catastróficas, deudas económicas, familias desmembradas, ¡cuántas cosas nos pueden quitar el sueño! Como también lo será, estar frente a una relación donde la duda invada, de manera sorpresiva los reales sentimientos. Si hay dudas en la relación, quedan dos opciones, hablar o callar, pero ninguna de estas acciones, quitaran esa sensación que corroe los cimientos de la esperanza. Por dignidad se guardarían los secretos, por amor no se divulgarían los dolores familiares, pero se generan secuelas, las preocupaciones se cuelan de alguna manera y afligen el espíritu. Aunque la decisión haya sido, proteger la dignidad de la familia, las noches suelen ser las grandes aliadas del desanimo, fruto de la desesperación, también, pueden favorecer oportunidades para la creatividad.
Es en esos momentos donde solo soñar la esperanza sobre algún aspecto familiar, es necesario. Sin lugar a dudas, soñar contribuirá para que el temor y la preocupación que abruman y desencantan se reduzcan. Soñar la esperanza, no será camuflagear la situación, ni negarla tampoco, consiste básicamente en no temer a lo que vendrá, aceptar a la persona involucrada, atesorar la idea de que el futuro traerá la bendición.
Soñar la esperanza, permitirá pensar que la vida, trae de todo un poco, que no existe la varita mágica para resolver los problemas que se presentan. Que aun por encima de cualquier pesar y dolor, hay esperanza para ver la vida de manera distinta. En la actualidad, sus sueños pueden ser robados, pero aun así, siempre es y será posible soñar con nuevas maneras de abordar y entender la vida.