¿Alguna vez te han sorprendido?
Una noticia positiva o negativa puede sorprendernos, se nos aceleran los latidos del corazón, sudoramos y sentimos como si nos faltaran las fuerzas. Cuando eres sorprendido(a) tu cuerpo puede sufrir un estado de shock.
Saulo de Tarsos alcanzó notoriedad por acosar a quienes se identificaban con la predicación de Jesucristo. Tenía la convicción de que cumplía con su deber. Para él nada era mejor que encarcelar a quienes pensaran y sintieran según la fe cristiana.
Saulo fue sorprendido por Dios.
Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. 3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 Él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6 Él, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. Hechos 9:1-6
Lo que ocurría con Saulo pudiera ocurrir con cualesquiera de nosotros, actuamos bajo el convencimiento de que hacemos lo mejor, de que abonamos a la mejor causa.Aunque actuemos de buena fe pensando que hacemos lo mejor, no siempre tenemos la razón y en ocasiones pudiéramos estar equivocados de buena fe.
Saulo de Tarso tubo que ser sorprendido y enfrentado por Dios. Fue sacudido fuertemente y derribado del caballo en que se movía en cumplimiento de su supuesto deber. A veces lo que consideramos mejor pudiera constituir lo peor y sea la desgracia para otros y quién sabe si más tarde o más temprano se constituya en nuestra propia desgracia y perdición.
Debemos preguntarle a Dios y a nosotros mismos por el motivo de lo que hacemos, de la vida que llevamos, en qué medida vale la pena la existencia que nos ha sido donada. Evitemos ser chocados
Escrito por Adalberto Martínez, colaborador.