Esperar por más de 15 horas para abordar un avión y viajar a un destino cualquiera, crea incertidumbre, acaba con la paciencia de cualquier persona. Las quejas abruman y el caos, crea unos niveles altos de ansiedad. Las expresiones de enojo y sobre todo, las dudas de si se podrá realizar el viaje, surgen, son inevitables. ¿Razones posibles? Desde fallas mecánicas hasta situaciones climáticas. Con cierta frecuencia, viajes por aire, mar y tierra, son cancelados y personas se ven imposibilitadas de viajar.
Viajar a hora fija y con garantías de seguridad, es un anhelo de todas las personas que han decidido realizar un viaje. Llegar a un destino elegido, soñado, anhelado, es la materialización de un deseo concebido. El plan de viajar requerirá de una reservación, una garantía de realización, que la ruta presentada será llevada a feliz término.
Toda esa logística, alimenta la esperanza de un viaje seguro. Cuando Pedro escribe, nos ilumina y estimula con la idea de un viaje de fe, un viaje que aunque presentará ciertas dificultades nos conducirá a un destino seguro y eterno.
Ahora vivimos con gran expectación 4 y tenemos una herencia que no tiene precio, una herencia que está reservada en el cielo para ustedes, pura y sin mancha, que no puede cambiar ni deteriorarse. 5 Por la fe que tienen, Dios los protege con su poder hasta que reciban esta salvación, la cual está lista para ser revelada en el día final, a fin de que todos la vean. 1 Pedro 1:3b-5, NTV
Los que decidan realizar este viaje, serán guardados cuidadosamente por el poder de Dios. La reservación esta confirmada para el fin de la existencia en esta tierra. Mientras tanto, la ruta esta señalada, es posible iniciar el viaje, es una decisión personal.
Es una decisión que se fundamenta en una esperanza viva, que renueva la vida, una esperanza que revoluciona el alma y mueve para amar a Dios y creer en él. Realizar este viaje con alegría, es transferirle significado al reencuentro.