Hoy en día la raza humana está viviendo una situación de crisis sin precedentes. Una situación planetaria causada por la aparición del COVID-19. De acuerdo a la información brindada por los organismos competentes esta tuvo su origen en una región de China llamada Wuhan. Resulta interesante observar que son los propios chinos quienes utilizan una pictografía compuesta por dos caracteres para describir el concepto de crisis. Para ellos crisis significa al mismo tiempo: un peligro y una oportunidad.
De cara a esta crisis vale la pena traer a colación el concepto de Sinergia. En la actualidad a la acción (colaboración, cooperación) en conjunto de dos o más elementos (causas, fenómenos, situaciones, órganos, personas, sistemas o entidades) se le denomina con ese nombre. Esta acción conjunta genera un efecto mayor del que se obtendría si se sumara la acción individual de cada uno de los elementos. Bajo el efecto sinérgico se obtiene que “El todo es mayor que la suma de sus partes”.
Me ha parecido pertinente hacer un aporte desde la óptica bíblica, como lo están haciendo otros y otras de manera magistral, a esta realidad que ya tenemos entre nosotros. Dios nos convoca a producir sinergia con Él. Lo que tengamos que hacer necesariamente habrá de contar, por un lado, con la presencia, acción, guía y ayuda de nuestro Creador. No tenemos que albergar ninguna duda ni desconfianza. ¡Solo nos tocar dejar que Dios sea Dios, y punto! (Salmo 46:10). Sabemos que Él es omnisciente, omnipresente y omnipotente. Somos, por su designio, la corona de su creación, por lo tanto, no nos va a desamparar.
Por otro lado, está la acción-participación nuestra que ha de ser necesaria, responsable y efectiva. Él nos convirtió en sus colaboradores (1 Corintios 3:9a) y delegó en nosotros la mayordomía de su creación (Génesis 1:26, 28). En cuanto a esta acción-participación nuestra, voy a hacer algunos señalamientos que habrán de ser de utilidad conforme a la multiforme gracia de Dios.
Primero: Debemos echar mano a esa característica tan especial que Él puso en nosotros y que ninguna otra criatura posee. Me refiero a nuestra capacidad de ser seres racionales, seres con entendimiento. Hay un Salmo que lo expresa en un lenguaje muy coloquial: “No seas como el caballo o como el mulo, que no tienen entendimiento” (Salmo 32:9a). Es evidente que ser portador de este privilegio conlleva una gran responsabilidad: ¡la de utilizarlo y de utilizarlo bien!
Segundo: Tiene que ver con un axioma de la existencia humana. Recordemos que un axioma es una verdad tan evidente que no necesita demostración. Lo planteo así: “No es posible no tomar decisiones”. El mismo hecho de no tomar una decisión es una decisión. La dinámica de la toma de decisiones es la siguiente: Cualquier decisión que se tome va a producir consecuencias que tendrán un determinado nivel de impacto tanto en quien la tome como en aquellos que están o podrían estar relacionado con dicha decisión. Y frente a las consecuencias hay que asumir responsabilidad. Por ejemplo, en la condición de jaque en que nos encontramos el decidir quedarnos en casa o no va a traer sus consecuencias. Si salimos a buscar algo que puede esperar lo que podríamos llevar de vuelta a la casa es el luto, así de sencillo.
Tercero: Ya que se nos ha regalado la facultad del entendimiento y dado que siempre estamos tomando decisiones, estas deben tomarse teniendo en cuenta dos elementos fundamentales: a) Sabiduría y b) conocimiento.
El Antiguo Testamento nos presenta a dos hombres que, en dos épocas y contextos muy diferentes, tenían ante sí una circunstancia de crisis y de retos al igual que la que tenemos hoy. Ellos nos ilustran muy acertadamente la importancia de estos dos conceptos tanto en sus palabras como con sus hechos. Nos referimos a José y a Salomón.
En Génesis 41:33, José, después de haberle interpretado los sueños al Faraón de Egipto, le recomienda lo siguiente: “Por tanto, provéase ahora Faraón de un varón sabio y competente, y póngalo sobre la tierra de Egipto”. Y ya todos conocemos quien fue la persona que Faraón eligió…a José. El otro caso lo encontramos en 2da de Crónicas 1:7,10. Salomón frente a la oferta que le hace el Señor, quien le dice: “Pídeme lo que quieras que yo te dé”, lo único que Salomón pide es lo siguiente: “Dame ahora sabiduría y conocimiento, para presentarme delante de este pueblo; porque ¿quién podrá gobernar a este tu pueblo tan grande?”
Nuestras decisiones, cualesquiera que estas sean, deben ser tomadas teniendo en cuenta estos dos elementos, pero en los momentos en que estamos estos deben ser afinados y potencializados más de la cuenta. No olvidemos que lo contrario de la sabiduría es la necedad, y lo contrario del conocimiento es la ignorancia. En la medida en que nos alejamos de un polo nos acercamos al otro.
La sabiduría empieza a cultivarse y a desarrollarse con el oír y obedecer a Dios, y si alguien cree que le hace falta, Él en su Palabra invita a que se le pida con libertad y la dará en abundancia y sin reproche alguno (Stg. 1:5). Sabiduría implica capacidad para discernir adecuadamente entre lo que vale y no vale la pena. Usar el mejor medio en el momento y lugar más oportuno para llegar al mejor fin. Es aplicación práctica, habilidosa, justa y humilde de la verdad a los diferentes fenómenos o situaciones de la vida. Es la sensatez aplicada al diario vivir y no tiene nada que ver con grado académico alguno. Cuántas personas no conocemos que tienen un buen nivel educativo, y sin embargo, cada noche al acostarse se arropan con el manto de la necedad y en la mañana su prenda de vestir es la imprudencia.
Por otro lado, el conocimiento comporta la obtención de la información necesaria, adecuada, útil y veraz que permita poder tomar la mejor decisión bajo el lente de la sabiduría. Este conocimiento debe ser el resultado de una búsqueda diligente y debe ser evaluado utilizando los siguientes filtros:
- El de la desinformación: quiere decir que hace falta algún tipo de conocimiento que es básico con relación al tema o coyuntura sobre el cual se tomará una decisión.
- El de la mala información: quiere decir que se está afirmando algo que no es cierto.
- El de la incoherencia: quiere decir que la conclusión que se presenta no se corresponde con las razones presentadas.
La situación relativa a la pandemia nos exige, nos pide, que actuemos como hombres y mujeres sabios y con conocimiento para que podamos tomar las decisiones más atinadas, certeras y prudentes que nos conduzcan, en acción conjunta con la gracia y el amor de Dios a poder manejar satisfactoriamente esta realidad. El COVID-19 nos tiene en jaque (amenaza directa, en crisis), pero no jaque mate (atrapado, sin escapatoria). Dios siempre tiene la última movida. ¡El jaque mate lo dará Él!