Este último año me ha tocado trabajar con un grupo de jóvenes a los que llevo más de 20 años de edad, por lo que fácilmente podrían ser mis hijos. Con frecuencia los escucho hablar con entusiasmo de sus planes y propósitos.
Investigan respecto a los centros de cuidados y escuelas para los infantes, de proyectos de financiamiento para adquirir viviendas, de la cobertura de planes médicos de salud, de la constitución de empresas constructoras y hasta de compañeros para matrimonio. Es que están en la etapa de soñar, sembrar para luego cosechar en el futuro.
No importa la etapa de la vida en que nos encontremos, es beneficioso invitar a Dios ha participar en nuestros proyectos. Si le invitamos, estará con nosotros, y nos guiara en cualquier circunstancia. Démosle la oportunidad de que participe en nuestra planificación. Agrego a las inquietudes de mis compañeros de trabajo, si vamos a emprender un negocio, o vamos a emigrar, en todo momento debemos acordarnos de pedir dirección a nuestro Creador.
Ponernos bajo su cobertura, prestos a obedecer y acatar sus decisiones. Jehová debe ser vidente y oyente silencioso de nuestras acciones, conversaciones y pensamientos.
El salmista nos dice que “Si Jehová no guardare la ciudad, En vano vela la guardia”. Nosotros somos la casa y la ciudad, nuestros esfuerzos y afanes en trabajar desde la madrugada hasta el anochecer, serian de poco provecho, si no contamos con la compañía de Dios para cada acción que realicemos.
Dios primero, así esta recomendado. Lo demás vendrá con mayor facilidad.