“Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo y cada uno es miembro de ese cuerpo”. 1 Cor. 13: 27
Dios nos ha dado una función para contribuir con el crecimiento y bienestar de ese cuerpo y necesitamos entender que Dios espera que abracemos con entusiasmo la obra para la cual el nos ha equipado.
Este pianista famoso, guiado por la recomendación de sus asesores, decidió asegurar sus manos por una suma millonaria en dólares. La razón principal y muy lógica era que las mismas constituían el instrumento principal de su talento y por lo tanto la fuente principal de recursos financieros. Todo funcionó sin contratiempos hasta que un día como resultado de un accidente, sufrió un trauma en su rodilla derecha el cuál le generó mucho dolor durante varias semanas hasta que los doctores pudieron estabilizarlo con medicamentos.
Durante meses no pudo tocar ni cumplir sus compromisos como músico y fue entonces cuando la reflexión llegó a su mente: “Pensé que solo mis manos tenían tanto valor”. El pensamiento bíblico nos plantea, que como hijos de Dios somos parte de un mismo cuerpo, que es la Iglesia de Cristo y cada uno de nosotros tiene un valor único y especial. Pero también Dios nos ha dado una función para contribuir con el crecimiento y bienestar de ese cuerpo y necesitamos entender que Dios espera que abracemos con entusiasmo la obra para la cual el nos ha equipado.
He conocido hombres y mujeres que se ven a sí mismos como miembros de menor importancia o simplemente no se sienten útiles. Cada uno de nosotros ha sido equipado con al menos un don, con una capacidad que es necesaria para la bendición y edificación de otros y definitivamente, el cuerpo necesita que ese miembro cumpla su función. Ya el Señor te ha puesto un valor en ti…descúbrelo!
Dulce Pascual, Colaboradora RTM República Dominicana